La turbulencia emocional es uno de los principales obstáculos para el cumplimiento espontáneo de los deseos; sin embargo, es posible transformar la energía negativa en un nivel más elevado de conciencia.
Mi alma es ajena al melodrama. Estoy libre de resentimiento, aflicción, hostilidad y culpa. Estoy libre de engreimiento y de egoísmo. Estoy libre de auto conmiseración. Puedo reírme de mí. Puedo ver el lado humorístico de la vida. Todas estas afirmaciones están contenidas en la libertad; si no soy emocionalmente libre, ensombrezco y enturbio la experiencia del espíritu con el ego, y mis mejores intenciones no pueden cumplirse.
En realidad sólo existen dos emociones: el placer y el dolor; o se siente bien o se lastima temor significa que queremos alejarnos porque creemos que nos producirá dolor.
Pasamos nuestra vida en la búsqueda del placer y evitando el dolor.
El placer y el dolor surgen de nuestras necesidades.
El ego es el que interpreta las cosas como placenteras o dolorosas, el que siente cualquier cruce sin permiso de sus fronteras como doloroso.
La condición óptima y más adecuada es la del equilibrio. Cuando tenemos una turbulencia emocional perturbamos el equilibrio interno natural
y hasta desconectarnos de la sin cronicidad.
Como personas, siempre tendremos emociones; es parte de la condición humana. Sin embargo, las emociones extremas nos desvían del auténtico propósito de nuestras vidas. Siempre habrá cosas que provoquen gran dolor o ansiedad, lo que debemos evitar es quedarnos atascados en una emoción.
Es importante señalar que el dolor no tiene que ser físico. Puede ser dolor emocional o incluso el recuerdo de un dolor pasado. Debemos manejarlo cuando ocurra. De otra manera, resurgirá más adelante.
La forma que tome puede resultarte inesperada, pero resurgirá inevitablemente, tal vez como insomnio, enfermedad, ansiedad o depresión..
Quizás la emoción más destructiva sea la ira. La meta última de la transformación espiritual es la iluminación, el estado perpetuo de conciencia de unidad. La ira nos impulsa a hacer daño a los demás; esto implica ir en la dirección opuesta a la iluminación y a la conciencia de unidad.
La ira te empuja hacia atrás; te cierra a los mensajes transformadores del Universo.
Los sentimientos de ira deben tratarse de manera positiva, tan pronto como sea posible. Debemos transformarla.
Para asumir esta responsabilidad debemos reconocer la emoción.
¿En qué parte de tu cuerpo la sientes? Una vez que puedas identificarla, obsérvala. La ira es desencadenada por el dolor. Una vez que hayas identificado el dolor puedes empezar a expresarlo, liberarlo y compartirlo. Con el tiempo puedes llegar a celebrar el dolor como otro paso hacia la iluminación espiritual.
Cómo manejar el dolor?
Con los ojos cerrados, recuerda algún suceso o situación del pasado que te haya enojado mucho. Puede ser una discusión, una época en la que tus sentimientos fueron lastimados o algún encuentro fortuito que te haya molestado. Haz una película mental de lo que ocurrió exactamente.
El primer paso para manejar el dolor de esta situación es identificar con precisión qué estás sintiendo. ¿Qué palabra describe mejor lo que sientes con respecto a este acontecimiento o situación?
Ahora, concéntrate en esa palabra durante unos segundos.
Deja que tu atención se desplace gradualmente de esa palabra a tu cuerpo. ¿Qué sensaciones físicas sientes como resultado de revivir esa emoción? Todas las emociones tienen aspectos mentales y físicos inseparables.
Los sentimientos ocurren en la mente y en el cuerpo al mismo tiempo. Percibe las sensaciones que ha originado este suceso en el que estás pensando. ¿Se crisparon automáticamente tus manos? ¿Sientes opresión en el estómago? ¿Te duele? Percibe la experiencia física de la emoción y ubícala en un punto específico de tu cuerpo.
El siguiente paso consiste en expresar el sentimiento. Coloca tu mano en la parte del cuerpo donde sientes que está ubicado y di en voz alta: «Aquí duele». Si el dolor tiene más de un emplazamiento, toca cada parte y repite la frase «aquí duele».
En nuestro interior tenemos el poder para hacer que desaparezca el dolor de cualquier pena.
Creamos emociones que generan dolor físico. Podemos elegir nuestra reacción a los acontecimientos. Si reaccionamos con ira, hostilidad, depresión, ansiedad o alguna otra emoción intensa, nuestros cuerpos siguen esa dirección y generan la secreción de las hormonas, contracciones musculares y otras reacciones físicas afines que producen dolor.
Por tanto, debemos tener siempre presente que estos efectos son nuestra responsabilidad porque tenemos la capacidad de modificar nuestras reacciones y hacerlas menos dañinas.
Una vez que ubicas y reconoces el dolor, y que has asumido la responsabilidad por su existencia, puedes liberarlo. Sitúa tu atención en la parte del cuerpo donde tienes el dolor. Procura liberar con cada exhalación esa tensión que estás manteniendo. Concéntrate durante medio minuto en liberar la tensión y el dolor con cada respiración. Déjalo ir. Exhálalo.
El siguiente paso es compartir el dolor. Imagina que puedes hablar con la persona involucrada en la situación que has recordado para este ejercicio. ¿Qué le dirías? Mientras lo piensas, recuerda que ella no fue la causa verdadera de tu dolor. Tú tuviste la reacción emocional que se manifestó en dolor físico.
Cualquier cosa que digas para compartir el dolor que sentiste ayudará a eliminar para siempre esa experiencia de tu conciencia. Comparte lo que sentiste, lo que sientes ahora y la manera en que planeas manejar esos sentimientos a futuro.
Cuando lo hayas terminado, dedica un momento para celebrar que esta experiencia dolorosa te ha servido para trascender a un nivel más elevado de conciencia.